Las palabras fuertes y contundentes, las "malas palabras", suenan más graves y toleradas escuchadas de noche y de madrugada.
Es como que a la mañana temprano escuchar los adjetivos: estúpido o rompe pelotas, poniendo ejemplos de una densidad media, resuenan en nosotros como molestas y hasta inadecuadas o de un nivel de intensidad que no se espera comenzando el día recién estrenadito.
Imagino que, para un mundo dividido en pesimistas y positivos, sería para los dedito arriba escuchar a alguien muy cargadito de mala onda e inmediatamente su aura lo llevara a cambiar o acallar la transmisión; y para el negativo escuchar a alguien que está peor en vibra lo incomodaria puesto que no le permitiría comenzar el día esparciendo su propia visión del mundo de energía bajisima.
Por eso yo admiro al que constantemente hace ejercicio de su paciencia sumada su curiosidad y deja fluir la escucha de esas palabras "de un mal educado" y las va acomodando según su parecer renovadamente cotidiano.
Unos la obturan, los más van y vienen y otros según pasan los años van apaciguando la incomodidad y prestan oído hilvanando posibles respuestas.
Escuchar poniendo voluntad de entender es un ejercicio estimulante al espíritu, que brinda diversas sensaciones gratas o no tanto, lo que haces con ello ya es cosa de otro posteo.
Probaste con una persona, con una canción, con una radio, con un podcast, con el sonido urbano, con el sonido de la naturaleza ...